"Fue como un golpe en la cabeza". Despertó pasiones sobre el escenario, pero murió sola y deprimida por un amor que no fue
12/21/2024 01:00 AM
Hay dos personas dentro de mí. Me gustaría ser Maria, pero está la Callas, por quien debo estar a la altura. Así es que lucho con ambas como buenamente puedo", reveló la artista durante una entrevista reproducida en el documental Maria by Callas. Es que sobre el escenario era una diva temperamental, dueña de una voz excepcional. Pero en la intimidad, una mujer tímida, insegura, que sintió el rechazo de su madre apenas nació porque quería un varón; ese sería el principio de una vida marcada por los desplantes de su madre, el abandono de su padre y la búsqueda incansable e infructuosa de la felicidad y el amor. Maria Anna Cecilia Sofía Kalogeropulu, de raíces griegas, nació en Nueva York en 1923. Debido a la complejidad de su apellido a la hora de pronunciarlo en Estados Unidos, lo cambió por Callas. Tras el divorcio de sus padres, Maria se marchó a Grecia junto con su mamá y su hermana, pero la relación entre ellas no era buena. La joven creció atormentada por el rechazo constante de su madre hacia su aspecto físico (a los 15 años pesaba más de 80 kilos, era miope y tenía nariz grande). Ni siquiera apreciaba las aptitudes de su hija para el canto, a la que calificaba de "potente, pero fea y poco musical". Ese fue el comienzo de una obsesión que arrastraría toda su vida en relación con su cuerpo.
UN NUEVO CAMINO
Cuando ingresó en el Conservatorio de Atenas conoció a la española Elvira de Hidalgo, una cantante retirada y excelente profesora de canto, quien modeló definitivamente su voz. Hidalgo dijo de ella: "Se trataba de una violenta cascada de sonidos no enteramente controlados, pero dotados de una emoción y fuerza dramática extraordinarios". Callas debutó en febrero de 1941 con la opereta Boccaccio y su primer éxito lo tendría un año después con Tosca, en la Ópera de Atenas. A pesar de que, por el color y la potencia de la voz, los empresarios le ofrecían papeles veristas (un movimiento que representaba exageradamente cada escena), su profesora decidió conducir la voz de Callas hacia el olvidado bel canto romántico (una técnica vocal que se caracteriza por un registro superior claro y un timbre dulce muy particular), lo que constituiría la llave de su triunfo. Tres años después y debido a la difícil relación familiar, la cantante decidió regresar a Estados Unidos, donde conoció a Giovanni Zenatello, empresario de la Arena de Verona, que buscaba una soprano dramática para interpretar La Gioconda. Zenatello quedó impresionado por el talento de Maria y la contrató. Fue en Verona (Italia) donde conoció a Giovanni Battista Meneghini, un rico industrial del ramo de la construcción de esa ciudad, treinta años mayor que ella, quien quedó rendido ante sus encantos. No sólo le pagó las clases de canto que le restaban por completar, sino que además se convirtió en su representante. Dos años después se casaron y se mudaron a un palacio en la villa de Sirmione. El mismo año en el que viajó a la Argentina, donde cantó Norma, Aida y Turandot en el Teatro Colón. En 1953 tenía que interpretar Medea, de Cherubini, una mujer joven y ágil. En ese momento la soprano pesaba más de 90 kilos. Durante un año se sometió a una dieta rigurosa y perdió 36 kilos. Años después interpretaría el mismo papel en la película de Pier Paolo Pasolini. Algunos biógrafos culparon a la baja de peso por el declive en su voz, pero no hay certeza de que fuera así. De hecho, las grabaciones realizadas después de adelgazar son las mejores de su discografía.
EL AMOR QUE LA LLEVÓ A LA MUERTE
Maria Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el 3 de septiembre de 1957 durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de Venecia, pero fue recién dos años después cuando la chispa se encendió entre ellos. El magnate griego la invitó junto a Meneghini a un crucero a bordo de su yacht. Así empezó una historia de amor para Callas, y una pasión caprichosa para Onassis, que pretendió continuar el romance sin dejar a su mujer Athina Livanos y madre de sus hijos Alexander y Christina. Por él Maria abandonó la escena, dejó a su marido y solo vivió para Onassis, un hombre poco delicado, que despreciaba la ópera y sólo vio en la cantante una amante ocasional. Ella, sin embargo, creyó encontrar el hombre de su vida: "Por primera vez me he sentido amada como mujer, no por mi talento", confesó Maria a sus amigos. La prensa y sus fanáticos lamentaron su retiro. "He consagrado toda mi vida al arte, ahora quiero consagrarme a ser mujer", aseguró Maria. Onassis se convirtió en el centro de su universo, y aunque él se separó de su mujer, nunca llegó a formalizar con la diva. Su historia fue una auténtica tragedia de engaños y excesos en la que Callas se fue apagando, como mujer y como intérprete. En 1968 la noticia de la boda de Onassis y Jacqueline Kennedy, viuda de John F. Kennedy, la destrozó. "Fue como recibir un golpe en la cabeza, fue horrible. Intento sobrevivir. Por él abandoné una carrera increíble, en un oficio complicado. Rezo a Dios para que me ayude a superar este momento", contó después devastada. A pesar del fracaso de su relación, nunca perdieron el contacto. "Mi aventura con Onassis fue un fracaso; mi amistad con él, un éxito", dijo tras la muerte del magnate griego en 1975. Dos años después, a los 53 años, Maria murió sola luego de una década de reclusión en su casa de París. Tampoco encontró paz tras su muerte. Sus cenizas fueron robadas, aunque tiempo después aparecieron abandonadas (siempre existieron sospechas si eran las de ellas). Sus allegados decidieron arrojarlas al mar Egeo. Su ex marido, Giovanni Meneghini, escribió un libro con sus recuerdos sobre Maria Callas, que por decisión suya no salió a la luz hasta después de su muerte, en 1981, donde sostenía que ella se había suicidado, aunque el misterio siga intacto. "Prefirió dejarme para unirse al fascinante tren de vida de Onassis antes que seguir ligada a un hombre como yo, chapado a la antigua y viejo... Quería abrazar la vida, pero esa fue su ruina".