Los nuevos desafíos estratégicos que enfrenta la lógica libertaria

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Un ejecutivo vinculado al negocio del ganado y de las carnes, directivo de las pocas empresas argentinas que tiene una visión global, afirmaba por estos días que el Gobierno debería impulsar una estrategia de inserción internacional en los mercados externos junto con el sector privado.

"Se está estabilizando la economía, sí, y hay desregulaciones: eso es positivo, pero se necesita algo más", explicaba a este cronista. "No necesariamente hay que abrir más mercados: en la carne tenemos más de 90 abiertos, hay que trabajar mejor en los que ya tenemos", argumentaba.

La inquietud del ejecutivo abre un desafío para una administración, como la libertaria, que sostiene que son los privados los que tienen que buscar mercados y conquistar oportunidades y que el Estado solo tiene que trabajar para no entorpecer la dinámica de quienes invierten y arriesgan.

La memoria reciente de un modelo similar al que propone el ejecutivo es el de las Mesas de Competitividad que promovió durante su gestión el presidente Mauricio Macri, en las que él mismo participaba con entusiasmo. Aunque después deslizó una autocrítica sobre el tiempo que le dedicaba a esos encuentros, de allí salieron ideas concretas que podrían mejorar la competitividad de la agroindustria, como los bitrenes para la cadena forestoindustrial.

Javier Milei, en cambio, no se interesa por los detalles técnicos de los sectores productivos. Su principal objetivo es terminar con la inflación, bajar el gasto público y poner en marcha en la Argentina, acostumbrada a la intervención del Estado, los principios básicos de una economía capitalista: competencia y libertad de comercio.

Pero así como dentro de la cadena de la carne hay quienes proponen impulsar una estrategia común, que incluya la baja de impuestos provinciales y municipales, en el complejo oleaginoso aparecen datos que hacen sonar las alarmas y también abren el desafío de impulsar una estrategia de amplio alcance. "Brasil está incrementando el uso de biodiésel creando más mercado interno y liberando mayores volúmenes de harina de soja que vuelca al mercado global", escribió en la red social X el consultor Javier Preciado Patiño. Además, explicó, Estados Unidos viene impulsando una política agresiva en diésel renovable y biodiésel que también provoca un incremento de la oferta de harina de soja.

Según datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés), se proyecta que la Argentina tenga en la campaña 24/25 el 37% del mercado internacional de harina de soja; Brasil, un 27% y Estados Unidos, un 21%, destaca el especialista. "El tema es que en la línea de tiempo, Brasil y Estados Unidos vienen ganando participación", advierte Preciado Patiño.

En un mes, con la asunción de Donald Trump en los EE.UU., comenzará a despejarse una de las incógnitas que inquietan al mercado. ¿Cuál será su política en relación con los biocombustibles?

"Hay mucha incertidumbre sobre la actitud que tomará Trump. Una posibilidad, que le solicitan los senadores del Midwest, los gobernadores de esos estados y la cadena de la soja es que suspenda las importaciones de aceite usado de cocina (UCO) que viene de China y que es el 50% de la materia prima del diésel renovable, para que impulse el uso de aceite de soja y colza de producción estadounidense", explica el consultor. Esta opción no es sencilla de llevar adelante de inmediato por la oferta norteamericana. No obstante, Preciado Patiño recuerda que Trump regresa con el lema "Make America Great Again (MAGA) que implica defender la producción interna contra la competencia externa. "Si avanza en esto, sería muy duro para la Argentina porque generaría todavía más saldos exportables de harina de soja, fáciles de colocar, porque cruzarían el subsidio al aceite con la exportación de harina, vendiendo el producto más barato que la Argentina", advierte.

En un contexto de precios de la soja a la baja, y con Derechos de Exportación (DEX) que se mantienen en el 33%, el juego estratégico de los países competidores debería ser tenido en cuenta, como mínimo, para no dejar flancos abiertos. Uno de ellos es la incertidumbre sobre la propia política de biocombustibles de la Argentina, que se vincula con la producción de soja y maíz. Las provincias productoras, reunidas en la Liga Bioenergética, con el apoyo de la industria, tienen un proyecto para recuperar la senda de crecimiento de la producción de biocombustibles que no prospera en el Congreso. ¿Se dejará pasar, nuevamente, una oportunidad?.

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