Nos estamos quedando sin agua verde

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Durante nuestros años en la educación primaria, nos enseñaron la relevancia de las etapas del ciclo hidrológico. En la secundaria, nos familiarizamos aún más con modelos sencillos del ciclo del agua.

Sin embargo, como todo modelo, este es una simplificación de un sistema complejo con múltiples relaciones e interacciones, que han cambiado debido a las intervenciones humanas: desde el agua marina y su condensación en la atmósfera hasta la formación de la lluvia, pasando por el papel de los ríos y las plantas, donde el ciclo se repite desde hace millones de años.

No obstante, el ciclo es más complejo de lo que nos enseñaron, ya que ahora incluye embalses, alcantarillados, aguas contaminadas, usos agrarios e industriales, entre otros.

La Comisión Global sobre la Economía del Agua, conformada por un grupo de líderes y expertos, en sus últimos informes, distingue entre el agua azul y el agua verde. La primera es líquida y se encuentra en lagos, ríos y acuíferos. La segunda proviene de la humedad almacenada en suelos y plantas.

Aunque el suministro de agua azul es más evidente, el agua verde ha sido ignorada durante mucho tiempo, pese a ser fundamental para el ciclo del agua. Esta vuelve a la atmósfera cuando las plantas liberan vapor de agua (evapotranspiración), generando aproximadamente la mitad de todas las precipitaciones sobre la tierra.

Según el informe, las alteraciones del ciclo del agua están "profundamente interrelacionadas" con el cambio climático, lo que representa una mala noticia, ya que el suministro estable de agua verde es vital para mantener la vegetación y almacenar el carbono que calienta el planeta.

Los daños causados por los seres humanos, tales como la destrucción de humedales y la tala indiscriminada, están agotando los depósitos de carbono y acelerando el calentamiento global.

Además, el calor provocado por el cambio climático seca los paisajes, reduce la humedad y aumenta el riesgo de incendios.

La deforestación mundial, por ejemplo, se ha intensificado especialmente en los bosques tropicales, donde se encuentran los más densos y vírgenes del planeta. En el 2022, la destrucción forestal alcanzó los 4,1 millones de hectáreas.

La destrucción de los bosques ya es una fuente de emisión de carbono, en lugar de retenerlo, lo que acelera la crisis climática.

Según un estudio del Forest Declaration Assessment, las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la deforestación aumentaron un 6 % entre el 2021 y el 2022. Esto implica una reducción estimada del 6 % en la producción de agua verde, lo que a su vez disminuye las precipitaciones necesarias para garantizar las coberturas de agua para el consumo humano, la agricultura y la industria.

En otras palabras, cuanto menor sea la cobertura boscosa, menor será nuestro suministro de agua verde, lo que ocasiona cambios irreversibles en el ciclo hidrológico.

dmora@aya.go.cr

Darner A. Mora Alvarado es microbiólogo y salubrista público, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA).

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