Una noche en la ópera con Angelina Jolie: cómo la estrella de Hollywood se transformó en Maria Callas para la pantalla grande

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NUEVA YORK.- Era noche de gala y la Ópera Metropolitana de Nueva York -el Met para todo el mundo- desbordaba de esmóquines y collares de perlas. En el bar del teatro, la alta sociedad intercambiaba chismes de la política y los banqueros conversaban sobre sus próximas vacaciones en las Maldivas.

Y en ese momento, la puerta dorada del ascensor se abrió, y emergió una figura despampanante.

Todos giraron la cabeza para mirar, manotearon torpemente el celular, y empezaron a cuchichear: "¿Es ella? ¿Qué hace acá? En persona parece más alta. ¡Mirá todos esos tatuajes!"

Había invitado a Angelina Jolie a ver una función de Tosca, la ópera de Puccini, como anticipo del estreno de Maria, la nueva película sobre la gran diva de la ópera, Maria Callas, interpretada por Jolie.

Jolie es una de las personas más reconocibles del planeta, y concita toda la atención en cualquier lugar que vaya. Pero su noche en la ópera arrancó con contratiempos: tuvo un problema con su vestido negro de Yves Saint Laurent con capa de terciopelo, pero Jolie logró solucionarlo sin ayuda, y cuando la encontré en el foyer, parecía tener dudas de último momento de yo la acompañara, diciendo que la presencia de cualquiera podía distraerla y arruinarle la experiencia. "Lo que quiero es realmente disfrutar de la velada, quiero absorber todo lo que pase", me dijo.

Jolie, de 49 años, actriz, directora y activista, es una de las figuras más poderosas de Hollywood, y también una de las más perseguidas: las revistas sensacionalistas rastrean hasta el menor de sus movimientos, y su divorcio de Brad Pitt, que se dirime en la Justicia desde 2016, sigue dando de comer a los medios.

Y sin embargo, Jolie misma permanece como un enigma, un misterio incluso para los que trabajan con ella, que se ocupa de dar forma a su imagen y su discurso. "Trabajé con ella mucho, mucho tiempo", dice Pablo Larraín, el director de Maria, que se sumó a la función de Tosca. "Y sigo sin tener la menor idea de quién es".

En la figura de Maria Callas, una de las mayores cantantes líricas del siglo XX, Jolie dice haber encontrado un espíritu afín. Llamada "la divina", Callas también fue exaltada y vapuleada alternativamente por la crítica y los fans de la ópera. Su vida personal fue escudriñada, diseccionada y analizada en libros, entre otras cosas, su larga relación con el magnate naviero Aristóteles Onassis. Y ella también ha sido descrita como una mujer intensa y elusiva. Callas murió en 1977 a los 53 años, acompañada solo por mucama y su mayordomo.

"Somos muy vulnerables y humanas"

Jolie me dijo que se sentía identificada con el aislamiento de Callas. "La soledad no es mala", me dijo. "A las dos nos ven fuertes, pero la realidad es que somos muy vulnerables y humanas", agregó. "Y no creo que a ninguna de las dos nos haya resultado necesariamente fácil ser personas públicas".

Maria estará disponible en Netflix en los Estados Unidos a partir de mañana (todavía no tiene fecha de estreno en la Argentina), y marca el regreso de Jolie a la pantalla grande después de una pausa de tres años. Su actuación en la película le acaba de ganar una nominación al Globo de Oro y ya ha suscitado rumores de Oscar, aunque Jolie dice que su único objetivo fue ser fiel a Callas y de hacerles un regalo a los fanáticos de la ópera. (Jolie ya ganó un Oscar como mejor actriz de reparto en 2000 por Inocencia interrumpida.)

Para interpretar a Callas, tuvo que tomar clases de voz durante siete meses, aprenderse arias de Puccini, Verdi, Donizetti y Bellini, estudiarse los videos de Callas que hay en YouTube, copiar al detalle su sonrisa, su pose, su modo de mover las manos, y su muy peculiar manera de hablar. Aunque en la película la voz de Jolie cantando rara vez se escucha sola —fue mezclada en diverso grado, según el caso, con la voz de Callas—, la actriz ganó confianza suficiente como para cantar frente a una multitud de extras, y en determinado momento del rodaje estuvieron cuatro horas filmando la escena de la locura de la Anna Bolena de Donizetti en el sacrosanto escenario del Teatro alla Scala de Milán.

Pero la noche de esa velada en la Ópera Metropolitana de Nueva York, Jolie se mantuvo a distancia del público. Bajó por la gran escalera con el aire de una diosa que desciende a la Tierra y fue a buscar su asiento en el palco 19, al lado del director. "Acá hay algo auténtico que es muy hermoso", dijo Jolie. "Es poesía pura".

Larraín tiene 48 años, creció en Santiago de Chile, y en su casa se escuchaba ópera: su madre adoraba a Callas y ponía sus casetes en el auto. "Yo tenía en mi cabeza el fantasma de esas grandiosas actuaciones", dio Larraín. "Ella era una figura mítica".

Cuando Larraín se puso a evaluar opciones para la entrega final de su trilogía sobre mujeres prominentes del siglo XX, la figura de Callas le hizo señas como un faro. Su película Jackie, de 2016, tuvo a Natalie Portman en el rol de Jacqueline Kennedy (quien luego terminó casándose con Onassis, despojando a Callas de su amante), y en Spencer, de 2021, la princesa Diana fue interpretada por Kristen Stewart.

Para Callas, Larraín quería una actriz que pudiera crear "nuestra propia Maria" dice, y no simplemente imitarla. Y convocó a Jolie, que ya había sondeado la posibilidad después de ver los trabajos anteriores del director. "Si tiene verdad, belleza, emoción, vulnerabilidad y fragilidad, entonces sí tenés un personaje -dijo el realizador-. Y si tenés el personaje, entonces tenés la película".

En colaboración con el guionista Steven Knight, Larraín centró su atención en los últimos días de vida de la cantante. En Maria, Callas lucha para volver al escenario mientras enfrenta la realidad de una voz gastada. La película retrata su tenso romance con Onassis (Haluk Bilginer), su adicción a los sedantes, y su difícil infancia: nació en Nueva York en una familia de inmigrantes griegos, y se mudó a Grecia con su madre y su hermana en 1937, cuando tenía 13 años.

Larraín eligió las arias que el adoraba y que sentía que conectarían con el drama de la vida real de Callas. "Esta película es sobre alguien que llevó a su propia vida las tragedias que interpretaba en el escenario", dijo el director. Al comienzo de la película, el "Ave María" del Otello de Verdi es como una plegaria. La melancólica "Vissi d'arte", de Tosca, acompaña los momentos finales de Callas. "La ópera", dijo Larraín, "es un estado de gracia".

Cuando Jolie se enteró de que uno de los requisitos para interpretar a Callas era aprender a cantar ópera, entró en pánico. "En eso no hay manera de mentir", le dijo Larraín. Durante años, Jolie había cargado con el trauma de un exnovio que le decía que tenía mala voz y que debería estar agradecida de tener otros talentos. "Un comentario horrible, y no fue una sola vez", dijo Jolie. "Y así fue que dejé de cantar".

Le dijo a Larraín que tenía "muchas emociones y dolor que no siento poder dejar salir". No estaba muy familiarizada con la música clásica —creció escuchando bandas punk, como The Clash—, y tampoco estaba demasiado segura de tener técnica para cantar: hasta ese momento, hasta evitaba cantar el "Feliz cumpleaños".

Larraín trajo al entrenador vocal Eric Vetro, que empezó con ejercicios posturales y de respiración y ayudó a Jolie a ampliar el rango y resonancia de su voz. Jolie creía tener voz grave, y resultó ser que era soprano, como Callas. En su primera clase, Jolie lloró, sobrepasada por el desafío físico y emocional que implica cantar. "Para encontrar mi voz y mi respiración, tuve que deshacerme de todo lo que me protegía y abrirme otra vez".

Con las grabaciones de Callas como guía, poco a poco aprendió su primera aria, "O mio babbino caro", de Puccini. Y escuchó las clases magistrales de Callas, de donde tomó consejos sobre técnica vocal. También estudió italiano. Después de unos tres meses, Vetro notó algo notable: la boca de Jolie comenzaba a moverse como la de Callas, y había desarrollado una cautivadora presencia de cantante. "La miré y le dije: 'Está funcionando", dijo Vetro. "Sus ojos, sus manos, su voz reflejaban emoción".

A Jolie le pidieron que cantara frente a la cámara por primera vez en los primeros días de rodaje, en un teatro de Grecia. Fue para la escena inicial de la película, donde mira directamente a la cámara y canta el "Ave María" del Otello de Verdi. Solo permitió que entraran a la sala unas pocas personas, entre ellas Larraín y sus hijos Maddox y Pax, que trabajaron en la película.

A través de los auriculares, Jolie escuchaba a Callas, una profesora de voz, la soprano Lori Stinson, le hacía gestos y recitaba el libreto en el fondo, y detrás de la cámara, Larraín escuchaba una mezcla en vivo de las voces de Callas y Jolie. Tras ese primer intento, Jolie quedó desanimada. Hicieron seis tomas más. "Estaba pasando algo extraordinariamente humano y verdadero", dijo Larraín. "Vi la transformación de alguien en vivo y en directo".

Terminada su primera aria, Jolie se sintió más segura cuando tuvo que interpretar clásicos del bel canto de óperas como I Puritani y Norma, de Bellini. La soprano Stinson a veces le presionaba las costillas con el puño para que abriera el cuerpo y la boca.

En la banda sonora de la película se impone la voz de Callas, pero en algunas escenas hay indicios de la de Jolie. Un ensayo de Anna Bolena cerca del final, cuando la voz de Callas está en declive, en ciertos momentos es un 60% la voz de Jolie, estima Larraín.

Para Jolie, la prueba más difícil fue cantar "Piangete voi?" de Anna Bolena en el escenario de La Scala, ese templo de la ópera donde Callas saltó a la fama y protagonizó más de dos docenas de producciones. Esa aria era una de las más desafiantes de la lista, pero también era la favorita de Jolie. Con un vestuario parecido al de Callas —un tocado blanco y un vestido azul marino—, Jolie cantó ante una multitud de unos 500 extras. "Es como saltar al vacío desde un acantilado", dijo la actriz. "Lo único que podía hacer es tratar de darlo todo."

Al final, cantar se convirtió en una terapia para Jolie. "Es muy primal el hecho de dejar salir el sonido", dijo. "¡Cargamos tanta tristeza y pesadez en nuestra voz!" Cantar también la reconectó con el recuerdo de su madre, Marcheline Bertrand, quien murió de cáncer a los 56 años en 2007, y Jolie sintió que el tiempo era un lujo que ya no podía darse. "No quiero sentirme cómoda ni demasiado relajada", dijo. "Quiero vivir plenamente".

Una ventosa mañana de otoño, el día de la velada de Tosca en Nueva York, me encontré con Jolie en una perfumada suite del hotel Carlyle, a pocas cuadras de Central Park. La actriz estaba sentada con una postura perfecta, tomando té de menta. "Nunca me había divertido tanto haciendo la ronda de prensa", dijo. "Me encanta la ópera, así que lo de esta noche me tiene muy emocionada".

Larraín me había sugerido que le preguntara sobre "el episodio del toro", pero sin darme más detalles. Y cuando se lo mencioné a Jolie, pareció agarrarla desprevenida. "No sé si puedo compartir eso", me dijo. Al final, me contó que una vez, cuando era joven, había presenciado una corrida de toros que la perturbó mucho, y que mientras se preparaba para interpretar a Callas pensó muy seguido en ese toro, "ese hermoso animal". "Fue un momento importante para mi vida, algo formador que se hizo parte de mí", dijo. Hasta ahí llegó, y a continuación dijo que tenía que pensar más en qué compartir y qué no.

Pero esa noche, durante el intervalo de la función de Tosca, arremetí otra vez con el tema del toro, le dije que al parecer tenía un profundo significado para ella, y que al público siempre le importaba saber qué experiencias habían sido formadoras para un artista. Jolie se rió. "No pienso contártelo", me dijo. "No voy a hablar de eso". ¿Vio al toro como víctima? "No". ¿Cómo símbolo de resiliencia? "Tampoco. Es mucho más complejo". "El toro es la única manera de describir lo que Callas significa para mí, para Pablo", dijo Jolie mirando hacia Larraín. "Ese va a ser un pequeño secreto entre él y yo. Es un código entre nosotros".

Larraín dijo que Jolie, al igual que Callas, sabe perfectamente cuando abrirse con alguien y cuando apartar a la gente. "Te abre la puerta para que entiendas y sientas lo que ella siente, y después, de la nada, te la cierra y no volvés a entrar más", dijo Larraín. "Y uno se queda pensando".

Cuando el telón de Tosca finalmente cayó, alrededor de las 10 de la noche, Jolie sonrió y se puso de pie para aplaudir. Ella y Larraín, ambos criados como católicos, habían disfrutado analizando la imaginería religiosa de la puesta en escena. Jolie dijo que se había encariñado con la frase "el beso de Tosca", una línea pronunciada por Floria Tosca, el personaje principal, antes de matar a Scarpia, el jefe de policía. Tanto ella como Larraín se emocionaron de ver niños entre el público, una señal, dijeron, del amplio atractivo de la ópera. Jolie dijo que se había sentido particularmente conmovida en el segundo acto, cuando Tosca canta "Vissi d'arte": "Viví para el arte, viví para el amor/Nunca le hice daño a un alma viva". Jolie conoce bien el aria: la canta en las escenas finales de Maria, cuando una Callas angustiada, en su casa y en camisón, se prepara para morir. "Esa aria tiene una languidez que es una verdadera belleza", dijo la actriz.

Jolie y Larraín fueron detrás del escenario a saludar en los camerinos al director musical del Met, Yannick Nézet-Séguin, y a Lise Davidsen, la soprano que esa noche había interpretado el papel de Tosca. Nézet-Séguin le entregó su batuta a Larraín. Davidsen, una de las pocas verdaderas estrellas que tiene la ópera en la actualidad, elogió a Jolie. "¡Cantás de verdad!", le dijo. Jolie sonrió y juntó las manos en señal de agradecimiento. "Lo tuyo fue trascendental", le dijo Jolie a Davidsen. "Lo que hago yo no es lo mismo".

Ya de salida, Jolie se detuvo para admirar un retrato de Callas, que solo se presentó 21 veces en la Ópera Metropolitana, incluida una última función de Tosca con la compañía del teatro, en 1965. Y luego, espontáneamente, pidió improvisar una vista al escenario, se pasó unos minutos estudiando la escenografía y mirando las duras luces de un auditorio vacío. A continuación, se dirigió a la salida. "Muy conmovedor", dijo. Afuera, cerca de su Chevrolet negro la esperaba un paparazzi, listo para abalanzarse sobre ella. "¡Una sonrisa, Angelina, una sonrisa!", dijo el fotógrafo. Jolie obedeció, se subió al auto y se internó en la noche de Manhattan.

(Traducción de Jaime Arrambide)

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