Reseña: "Donde un libro me llevó", por Luis Gusmán
Hoy a las 10:06 PM
Para un lector de la talla de Luis Gusmán (Buenos Aires, 1944), la infancia y la preadolescencia –como la vida misma, a decir verdad– se miden por los surcos con los que determinados libros marcan la existencia. Si bien en Avellaneda profana el autor había prefigurado ya un espacio (aunque múltiple) para situar el origen de su escritura y de sus lecturas (la localidad mencionada en el título, claro), en Donde un libro me llevó la experiencia parece no tener cabida más que con una consecuencia literaria. Amores, amistades y viajes surgen, antes que como simples referencias librescas, como efectos de los diversos tipos de textos que el escritor ha devorado desde la niñez.
En principio, Gusmán concibe la lectura como un verdadero descubrimiento. Un mundo nuevo que trae sus propios objetos y que yacen, allí, para enriquecer al lector. Donde un libro me llevó abre con, justamente, el libro que todo lo inició: Las mil y una noches, en una edición de cantos dorados y láminas a colores. "Era un mundo desconocido para mí. Esos libros que necesitan del diccionario. Había palabras que no solo desconocía, sino que directamente no existían. Mercaderes, rupias, derviches, cimitarras, lebreles, serrallos. La lista es interminable".
Una parte significativa del libro se articula desde los temores iniciáticos: ¿qué significará esta o aquella palabra? ¿Tendrá algún efecto su pronunciación? ¿Este capítulo incomprensible estará velado al entendimiento por algún oscuro motivo? Un miedo nebuloso, heredero en definitiva de la superstición, gobierna la experiencia infantil. Si las palabras condensan la esencia de lo que enuncian, esa serie de signos escritos sobre la página probablemente habiliten la creación de un mundo. Pero ¿qué mundo ha de erigirse al leer términos enigmáticos para uno?
Gusmán escribe, podría decirse, como de salto en salto: yendo de un término a una expresión, de una expresión a un libro, y del libro a la vida. La experiencia vital y la literaria se imbrican para enriquecerse mutuamente. Donde un libro me llevó se estructura en función de tres partes. "Alguien leyó", "Alguien cantó", "Alguien viajó". En cada una de ellas predominan discursos y prácticas diferentes. No obstante, para Gusmán, todo parte de la literatura o, si se prefiere, del lenguaje. Son las letras de boleros, baladas y tangos las que retoma en la segunda sección, sobre todo en relación con un vínculo amoroso, y si refiere viajes distantes y diversos (Dublín, Praga, Berlín, La Habana) se intuye (cuando no se explicita) que se llega a estos lugares en busca de espacios o zonas que, en un punto, se conocían previamente gracias a la ficción o al arte. Es que para Gusmán todo en el mundo existe, antes que para concluir en un libro, para emerger, radiante, de sus propias páginas.
Donde un libro me llevó
Luis Gusmán
Granica
184 páginas
$ 22.300