
"No los pudieron sacar": desolación en los geriátricos donde murieron seis de las 16 víctimas del temporal en Bahía Blanca
03/11/2025 02:32 PM
BAHÍA BLANCA (Enviada especial).– Los datos oficiales de fallecidos en Bahía Blanca tras el temporal del viernes pasado, en el que cayeron 400 milímetros de agua en pocas horas, son escuetos. Entre las 16 víctimas mortales confirmadas, seis eran adultos mayores que se encontraban alojados en residencias geriátricas. El caos todavía se ve en las calles, llenas de grúas, palas mecánicas, personal abocado a la limpieza de las calzadas y los edificios. Son tan solo una muestra chica de lo que sucedió dentro de esos hogares que, este martes, tras cuatro días, permanecen cerrados, al igual que la mayoría de los comercios.
Sobre la calle J.V. González al 109, la principal arteria de General Cerri, una de las localidades más afectadas por la inundación que hoy sigue sin suministro de luz y agua, funciona la residencia Atardecer. Rolando Ortega falleció allí. No hay muchos datos al respecto, solo que la causa fue por ahogamiento. Esta mañana el edificio, de una planta, se encontraba vacío. Las ventanas rotas y abiertas dejaban entrever, apenas, algunas de las habitaciones: restos de camas metálicas –sin colchones–, escritorios plagados de medicamentos y productos de higiene, cajones abiertos. En el lugar no había nadie: según contaron algunos vecinos, quienes vivían ahí fueron trasladados, hace días, a centros de evacuados.
En el barrio hay tres principales: el Club Cerri, la Escuela N°14 y la central de Bomberos. Verónica, una policía que durante la visita de LA NACION limpiaba la comisaría, completamente vaciada y con marcas de agua por todos lados, piensa que lo más seguro es que los hubieran llevado al centro de evacuados de los bomberos, "porque estaba mejor preparado, con camas y colchones. La gente mayor no puede dormir en el suelo".
Así lo confirmaron, más tarde, trabajadores del lugar: los residentes de Atardecer fueron, efectivamente, trasladados a ese punto. "Después, el dueño del geriátrico los reubicó él mismo", contó uno de los trabajadores, mientras recibía donaciones y voluntarios que las iban a repartir. Enfrente, a través de las ventanas de una camioneta, se veían montañas de rollos de papel higiénico y otros productos. Los camiones del Ejército pasaban por la calle 25 de Mayo, en la esquina de la central.
Los vecinos se agrupaban allí en la esquina, usaban el generador de energía para cargar sus celulares, y aprovechaban para charlar. Es algo que se ve en todas partes, incluyendo las zonas que permanecen sin luz en el centro de Bahía Blanca. La situación acá se ve extrema: esquinas imposibles de cruzar sin mojarse, montañas de barro en todas partes, pilas de restos de muebles.
Hay una charla que se repite en este entorno: todos aseguran que faltan datos de fallecidos; que Ortega, por ejemplo, no fue el único. Según informó este martes el fiscal general de Bahía Blanca, Juan Pablo Fernández, todavía hay 94 personas que no fueron localizadas tras el llamado de alerta de sus familias. "No se puede descartar que algunos de ellos no estén con vida, pero tampoco podemos afirmarlo ya que sería una imprudencia. Los vamos a buscar hasta encontrarlos, de la forma que sea. Es probable que haya más muertos, pero para saber que alguien falleció tenemos que encontrar el cuerpo".
Aunque de la residencia Atardecer solo se ven pedacitos de cuartos por esos resquicios de ventana rota, un habitante de la zona que pasaba por ahí contó que hace diez años su abuelo se había alojado en el lugar y, pese a que no puede saber en qué condiciones se encontraba el lugar ahora, en aquel momento "estaba muy bien".
En el Barrio Céntrico de Bahía Blanca, en la residencia Sarmiento –sobre la calle homónima al 650– las fallecidas confirmadas fueron tres: Sara Rueda, Perla María Re Malena y Margarita Emma Egusquiza.
Las inmediaciones son puro caos, quizás una de las imágenes que mejor reflejan el desastre: calles cortadas, generando a la vez congestión de tránsito, grúas, camiones, olor a podrido, volquetes rebalsados de muebles y barro.
Las ventanas están abiertas para airear los ambientes. También se ven las estructuras de las camas, de madera, apiladas y sin colchones, por un rincón. Un grupo de voluntarios y personal de limpieza del lugar se dedica a sacar baldes de barro, los llevan sin cesar por un largo pasillo hasta la calle.
Según comentaron algunas de estas personas, que no dieron sus nombres, aunque estaba todo este movimiento de reacondicionamiento en el lugar, no había ninguna autoridad o personal más capacitado para brindar información sobre qué pasó el viernes o cómo van a seguir de ahora en más. Una de ellas contó que se alojan ahí cerca de 30 personas, y que después de ser evacuados los relocalizaron con sus familias. Una vez más, los voluntarios llevan adelante el trabajo pesado de limpiar, de dar una mano: "Toda la gente que puede ayudar, viene", contaron.
A pocos metros del lugar, Trinidad Hayez, de 23 años, aseaba la vereda de su casa con su hermano. También tiraban cosas y aireaban el motor del auto. Ellos estuvieron el viernes durante la tormenta, que provocó un caudal de casi 1,60 metros de altura. También vieron los movimientos en la residencia Sarmiento. "Las palas y los camiones llegaron como a las 17 o 18 para llevar gente. El agua empezó a entrar como a las 9 en casa, pero por la ventana ya se veía en la calle. En las palas pusieron un sillón y entre vecinos empezaron a subir a la gente. Los abuelos estaban parados arriba de las mesas, porque es todo una planta baja el edificio. Había un par de enfermeros que iban y venían, se los veía pasar. Sé que los que fallecieron estaban acostados. No los pudieron sacar. Nosotros veíamos gente pasar desesperada, yendo a buscar a sus familiares y pasar de nuevo llorando", detalló.
En el mismo barrio, en Las Heras 481, fallecieron también Estela María Regolf (asfixia por sumersión) y Nilda Ernesta Schamberger (ahogamiento por inundación) en la residencia Abuela Graciana. Los alrededores también son muestras tangibles del desastre. El geriátrico está vacío. Los vecinos están abocados completamente a poner orden; hay como una necesidad imperiosa de vaciar las casas, casi una urgencia. A todos los ayudan voluntarios. Es la constante de esta situación. Lo único que queda en este geriátrico son unos vidrios rotos en la entrada que dejan ver el pasillo, unas sillas de ruedas al fondo y un cartel del viernes pasado que indica que las personas fueron relocalizadas.