Meta argentina: producir con eficiencia, ser competitivos y mejorar el ambiente, todo en simultáneo

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El escenario agroproductivo de nuestro país ha demostrado con solvencia que estos objetivos, lejos de ser una teoría, o una hipótesis a comprobar, o una meta deseable de alcanzar, representan nuestra realidad productiva actual, tangible y comprobable para quien quiera detenerse a observarla, interpretarla y justipreciarla adecuadamente y en toda su dimensión.

Si bien no existe una meta final para los procesos de mejora, la evolución de nuestro sistema agroproductivo siempre fue una constante desde el inicio de la agricultura en nuestro país. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo pasado el proceso de mejora se fue acelerando gradualmente alcanzando notables progresos y un crecimiento ininterrumpido en materia de productividad y producción total obtenidos dentro de un marco de sustentabilidad.

Este camino de mejora de nuestro sistema agroproductivo fue tomando forma y consolidándose de la mano de los extraordinarios avances de la ciencia y de la creación y adopción generalizada de todo tipo de nuevas y modernas tecnologías de ella derivadas. El transitar por esta senda nos permitió ingresar en un proceso de mejora continua que aún no conoce su límite superior.

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El progreso y cambio evolutivo de nuestro sistema agroproductivo en una buena proporción puede considerarse como el producto de un nuevo marco conceptual y operativo surgido a partir la necesidad de cambiar percibida por un grupo de productores que actuaron como líderes y motivadores que interaccionaron fuertemente con una nueva y nutrida generación de ingenieros agrónomos, quienes por distintos caminos se acercaron más y más al proceso productivo y pasaron a ser parte activa del mismo, insertándose en todos los eslabones y etapas del proceso productivo, desde los ámbitos científicos y experimentales hasta los operativos correspondientes a la diaria realidad de toma de decisiones y ejecución a nivel de campo.

Este proceso fuertemente interactivo y sinérgico entre las partes trajo consigo una muy relevante y transformadora cuota de profesionalismo. Así creció fuertemente el bagaje de conocimientos científico-técnicos que se acercó y puso al alcance de los productores posibilitándose de este modo la adopción y correcta aplicación de nuevas tecnologías de todo tipo. Esta corriente de provisión y acercamiento sinérgico de la ciencia, las tecnologías y profesionalismo al proceso agroproductivo, puede metafóricamente considerarse como la aplicación de una dosis creciente del insumo más importante que pudo recibir el proceso productivo: "Una mayor cantidad de gramos de materia gris por hectárea cultivada".

Fenómeno

Este fenómeno trajo consigo la implementación y adopción de una mirada innovadora y sistémica del proceso agroproductivo en su conjunto, hecho que, a poco de andar comenzó a generar un número muy relevante de cambios positivos y mejoras tangibles. Dentro estos cambios, en forma especial cabe destacar al rediseño del marco contenedor y referencial de todo el proceso productivo argentino, el que genéricamente tiene que ver con una profunda redefinición de la relación del hombre con todos los constituyentes del agroecosistema en general y con el suelo en particular, gestándose de este modo una nueva forma de entender y llevar a cabo el proceso agroproductivo.

Lo más distintivo de este cambio evolutivo consistió en el abandono de las labranzas y de la idea de "la explotación de los recursos constituyentes del agroecosistema" como el suelo, el agua y otros. Este modelo ancestral fue ahora reemplazado por una concepción paradigmáticamente nueva, más evolucionada e impregnada de un alto grado de responsabilidad y sensatez basada en el Sistema de Siembra Directa y la "utilización sustentable, balanceada y hasta mejoradora de los recursos", ingresando así a un circulo virtuoso de crecimiento de la producción conseguida dentro en un marco de sustentabilidad y aun de mejoramiento del recurso suelo en particular y de los componentes de los agro-ecosistemas en general".

El desarrollo y adopción del Sistema de Siembra Directa – ausencia total de labranzas, suelos cubiertos y rotación diversa de cultivos- como marco y escenario operativo, hoy ocupa más del noventa por ciento del área bajo cultivos extensivos de nuestro país la que hoy alcanza a más de treinta millones de hectáreas.

Todo este proceso fue acompañado por la creación y adopción de todo el abanico de modernas tecnologías derivadas de la ciencia –desde la biotecnología hasta la agricultura apoyada en el soporte satelital de información, etc.- , proceso que posibilitó la consecución de un aumento de la productividad y, por ende, de la producción total conseguidas ahora dentro de un marco de sustentabilidad y aun de mejora de los recursos involucrados en el proceso productivo comenzando por el suelo.

En base a las evidencias existentes y verificables que ofrecen algunos suelos que, por los últimos cuarenta años, fueron cultivados siguiendo las premisas de este cambio de paradigma, puede decirse que cuando el nuevo modelo agroproductivo se aplica en plenitud, no solo se consigue una clara mejora del funcionamiento del agroecosistema sino que, además, claramente se posiciona "más allá de la sustentabilidad ingresando así a una etapa o fase de mejoramiento del mismo".

El control de la pérdida física de suelos por erosión, el aumento de la materia orgánica como producto de un balance positivo de la fijación de carbono, el mejoramiento de la estructura, el manejo más eficiente del recurso agua, el aumento de la carga biótica del suelo, etc., son solo alguna de las mejoras que se consiguen y que permiten generan un escenario mucho más favorable para producir y altamente sinérgico con la utilización de todo tipo de nuevas y modernas tecnologías. Como resultado de lo anterior se alcanza una productividad con tendencia creciente y con menor variabilidad interanual.

Más que un simple cambio conceptual y operativo, lo anterior conforma una enorme evolución del concepto y relación del hombre con los agroecosistemas como escenarios primordiales y absolutamente esenciales sobre los que se desarrolla el cultivo de las plantas como fuente primaria de generación de biomasa a partir de la fotosíntesis y como sostén de la vida en el planeta tal cual hoy la conocemos.

El autor es productor agropecuario

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