"Mack The Knife", la vida de un ladrón inglés, muy popular en el siglo XVIII, que reencarnó en distintos personajes
11/11/2024 04:02 AM
Buenos y malos pueden generar admiración casi por igual. Aunque el valor que se le da al superhéroe siempre está por encima del de cualquier villano, la hipótesis no termina de confirmarse frente a las reacciones del público. Los malos también tienen sus fans y esto viene de tiempos inmemoriales. Hubo un tiempo (casi cien años atrás) en que a Kurt Weill y a Bertolt Brecht se les ocurrió crear una pieza teatral en cuyo relato sonaba una canción llamada "Die Moritat von Mackie Messer" ("La balada de Mackie cuchillo"). Se convirtió en un éxito que traspasó países y generaciones, conocida como"Mack The Knife".
Y sí, los malos también tienen hinchada. En la obra de Brecht y Weill cuentan la historia de este asesino desalmado llamado MacHeath, que lidera una banda de delincuentes y también se ha robado el corazón de Poll Sophie. Otro poderoso, el señor Peachum, es el padre de la muchacha y se opone a esa relación que, de no impedirse, terminaría en una boda. A MacHeath no lo salva del cadalso ni su amistad con el comisario, pero en esta pieza alemana ambientada en Inglaterra los milagros existen, especialmente esos otorgados por la reina. De ahí que el final no será sangriento, en absoluto.
Así como MacHeath zafó de ser ejecutado y resultó indultado de todas sus tropelías, la canción "Mack el cuchillo" (o, para ser más precisos Mack "El navaja") zafó de su destino de ser la mera apertura de una pieza teatral -aquella que se podría ubicar entre las precuelas de lo que hoy conocemos como teatro musical- y se independizó, alcanzando vuelo propio. Primero, en la voz de Lotte Lenya, una de las protagonistas de la primera puesta de La ópera de los tres centavos (y esposa de Kurt Weill).
La historia cantada de Mackie Masser como agregado de último momento a la obra terminó siendo un éxito inesperado. Aunque lo cierto es que allá por 1928, todavía estaba bien amalgamada al relato teatral. La letra compara al maléfico Macheath con un tiburón y enumera sus tremendos crímenes (incendios provocados, robos, violaciones y asesinatos). La intención inicial era que "Mack the Knife" fuera cantada por el personaje de Macheath, pero una vez escrito, Weill y Brecht decidieron volver a la tradición medieval de que un juglar ambulante revelara el cuento. De ahí es que aparece el término "moritat" que al español traducimos como balada, aunque no sea esta la definición más precisa. Macheath fue un personaje inspirado en otro de la vida real llamado Jack Sheppard, que habría vivido en el siglo XVIII y que ha quedado retratado en diversas publicaciones y piezas teatrales. Sheppard no era un asesino, fue simplemente un aprendiz de carpintero, que tuvo una infancia muy dura y que a los 23 años perdió el rumbo. Por diversos robos cayó en distintas prisiones, de las que logró escapar. Logró cuatro fugas absolutamente espectaculares que, como la realidad supera a la ficción, dejaría en pequeñas anécdotas a las grandes películas de acción del siglo XX. Sheppard se había convertido en un héroe de las clases más humildes. Su condena a la horca había despertado una inquietante sensación. Por un lado, la pena; por otro, un extraño festejo que se produjo el día de su asesinato (el lunes 16 de noviembre de 1724, cuando fue trasladado desde el presidio a la horca en Tyburn). El dato más curioso, ese que ha sobrevivido al tiempo, a las historias y a esa canción tan famosa, es que planeaba escapar durante el trayecto al patíbulo, pero la navaja con la que pretendía cortar la soga que lo mantenían atado fue descubierta por los guardias.
Al otro lado del océano
Gracias a su versión en inglés, "Mack The Knife" se convirtió en un especie de standard de jazz sobre una base tradicional. Y luego, otras traducciones le permitieron ganar público en diversas latitudes. Versiones como las de Louis Armstrong, Bobby Darin y Frank Sinatra le dieron una gran sobrevida.
De hecho, la versión en inglés es una verdadera reinterpretación por la cantidad de elementos que ha sumado a la narración. La de Bobby Darin, de 1959, tiene como colchón un walking bass y un sonido de big band, al que el cantante se monta con el swing del chasquido de sus dedos. Fue un gran éxito, especialmente para su carrera. La de Louis Armstrong, excelsa, se conoció tres años antes, con una primera vuelta de trompeta y luego esa expresión tan particular, que solo él podía exhalar desde la ronquera de su voz y con ese gesto que parecía de una eterna sonrisa (aun cuando no sonriera).
La de Sinatra, con orquestación de Quincy Jones, también fue excelente. Cuando llegaba a un escenario la voz se iba corriendo de los compases y los versos traían palabras improvisadas, incluso aquellas que evocaban las versiones de Armstrong y Darin.
Algunas curiosidades
Agregados. Lotte Lenya estuvo presente en la grabación que hizo Armstrong en 1956 y fue la que agregó su nombre en la lista de víctimas de MacHeath.
En español. La primera versión en castellano de La ópera de los tres centavos se realizó en Buenos Aires en abril de 1957, con dirección de Onofre Lovero y un elenco integrado por Bernardo Jobson, Walter Santa Ana, Sonia Silver, Haydée Padilla, Enrique Herrera, Joaquín Sokolowicz, Germán Agosti y Ana María Caso. Tres décadas después, regresó en una versión de Daniel Suárez Marzal, con las actuaciones de Víctor Laplace y Susana Rinaldi. Ya en este siglo, Cecilia Rossetto hizo en Europa una versión con dirección de Calixto Bieito. Y a Buenos Aires regresó en 2004, de la mano de Betty Gambartes y Diego Vila.
Secretos de redacción. Con la supresión de la letra K (Mac The Knife) nació el seudónimo de un misterioso redactor (o misteriosa redactora) que escribía columnas de chimentos en la publicación MacWEEK que funcionaba como una especie de house organ no oficial de Apple Macintosh, con características específicas y poco formales. Había sido fundada en San Francisco, a finales de la década del ochenta por Michael Tchong, John Anderson, Glenn Patch, Dick Govatski y Michael F. Billings. Mac The Knife terminó siendo un columnista estrella, aunque se llegó a pensar que fueron varias las personas que durante más de una década se encargaron de esa columna, bajo aquel seudónimo.
El Mack de Rubén Blades. La historia de "Pedro Navaja", aquella exquisita pintura de sordidez y arrabal neoyorquino relatada por Rubén Blades, con un final absolutamente inesperado, tiene muchos puntos de contacto con el temerario MacHeath. De hecho, Blades lo evoca en algunas introducciones que ha hecho de su canción. Uno de esos grandes testimonios ha quedado registrado en un concierto que dio hace algunos años, en el Lincoln Center de Nueva York, con "Mack The Knife" como preludio.
La historia contada por el cantante y compositor Rubén Blades es absolutamente magnífica por el ritmo del relato, por las descripciones del lugar y de sus personajes y por el final, que terminó siendo absolutamente inesperado. El matón quiere asestarle una puñalada a la mujer y ella reacciona con un disparo. La escena final -cinematográfica y para que los mejores directores se luzcan con un plano secuencia- muestra a los dos tendidos en el suelo de un callejón. La coda del tema (eso que extiende mucho más su duración) es una "descarga" en la que Blades no apela a la improvisación sino a una serie de reflexiones sobre esta historia que, incluso, deja su moraleja. En las versiones en vivo, Blades suele hacer la primera con esta frase: "Pedro Navaja, matón de esquina, quien a hierro mata, a hierro termina".
En realidad, más de una vez Blades se refirió a la influencia que ha tenido para esta canción la historia del maleante Jack Sheppard (en definitiva, es también el que inspiró a MacHeath). Si bien en la historia de La ópera de los tres centavos tiene un final totalmente diferente, hay, en el segundo acto, ciertas conexiones con la historia de Blades. Cuando MacHeath huye para no volver a ser encarcelado y fusilado, busca los brazos de una antigua amante, Jenny, sin saber que esta mujer ha sido sobornada y lo traicionará.