Lionel Messi ante Chile: el partido del capitán de la selección argentina

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Argentina y Chile jugaban en la mitad de la cancha. Nada de llegadas a los arcos. De repente, a los 23 minutos, Lionel Messi, el capitán argentino, el jugador franquicia, hizo gestos de dolor. El problema, en la pierna izquierda. Una molestia en el aductor, donde la Pulga ya se tomaba mientras calibraba la mira durante el calentamiento previo al partido. Ahora era más intenso, ya desde el primer pique en velocidad que hizo el rosarino en la noche de Nueva Jersey. Y bastó una patada -que merecía amonestación- de David Suazo sobre la banda derecha del ataque argentino para que el emblema albiceleste recibiera atención médica.

El 10 recibió frío para calmar el dolor. Una y otra vez, Daniel Martínez, médico de los campeones del mundo, masajeó la zona para que el crack rosarino estuviera aliviado. Mientras, el árbitro uruguayo Andrés Matonte, advertía al infractor trasandino. El banco argentino esbozaba algún gesto de preocupación por el futuro de la Pulga en el encuentro, pero había una buena señal: nadie se peparaba para ingresar.

Minutos más tarde, otra interrupción. Esta vez, era Suazo -el infractor- quien estaba en el piso luego de dejarse la piel para evitar un remate de Rodrigo De Paul. Más señales positivas: Messi, que antes había relojeado el banco varias veces, ahora permanecía cerca de la pelota y del rival lesionado. La alarma había pasado. Y ya no hubo dudas cuando a los 35 minutos de juego el capitán argentino terminó una gran jugada colectiva, repleta de toques, con un remate de zurda desde afuera del área. La pelota besó el palo izquierdo de Claudio Bravo y todo el estadio exclamó el clásico "Uuuuuhhh". Messi estaba de regreso en el partido y la molestia había quedado atrás.

El 10 argentino también tuvo tiempo de protestar. Lo hizo cuando el árbitro uruguayo señaló la mitad de la cancha y dio por terminado el primer tiempo. La Pulga tenía la pelota y encabezaba un ataque que podía ser prometedor. Hubo un intercambio en la zona central de la cancha y el capitán albiceleste le entregó el balón. Después llegaron los futbolistas chilenos y también hubo algún enojo por parte de los trasandinos. Lo vital para la Argentina era que su emblema estaba bien. Y ni rastros de su molestia. La última palabra, sin embargo, estaba en el vestuario. Había 15 minutos por delante para arreglar al crack y dejarlo cero kilómetro para la segunda parte.

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