El encuentro entre una austríaca y un mendocino con una inesperada declaración de amor: "Aprendí a saludar en alemán, era una manera de empezar"

https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/CPYPWCRNVNH27JRFRM2RJDKCPQ.jpg?auth=59922da15385f2489dc6d472caed285656d0ff7221eacb2b387baa1803b3a4be&smart=true&width=1105&height=830

En septiembre de 2005, y a 12.334 kilómetros de distancia, Bárbara Tör, una estudiante de magisterio nacida en Natschbach, Austria, estaba destinada a conocer al amor de su vida. Rubia y hermosa, soñaba con un futuro ligado a la docencia y también tenía en claro que quería formar una familia. A los 20 recién cumplidos, y como integrante activa de Schoenstatt, un movimiento católico, apostólico, romano, tenía una fe profunda en que alguien la estaba esperando.

"Babsi", así la llamaban, también soñaba con realizar una experiencia en el exterior. Al fin y al cabo, si bien eran tiempos de decisiones, tenía el mundo por delante y no estaba dispuesta a desaprovechar las oportunidades que podían aparecer en el camino. Sin embargo, ni en sus pensamientos más remotos imaginó que un mendocino de Rodeo de la Cruz, Mendoza, estudiante de Derecho y, como si fuera poco, con una fe religiosa igual que ella, iba a estar del otro lado del océano esperándola con los brazos abiertos.

Pasear al perro y la rubia de sus sueños

Todo sucedió en aquel inolvidable mes de septiembre, 19 años atrás. Mendoza se presentaba como una posibilidad en su vida, sobre todo porque un matrimonio oriundo de esa provincia que estaba de visita en Europa le ofreció alojamiento para que pudiera realizar las prácticas en un jardín de infantes. Y hacia allí viajó. Precisamente a Rodeo de la Cruz, Guaymallén. Como una obra del destino, aquel domicilio se encontraba justo enfrente al de Martín. Así, una tarde él salió a pasear a su perra y, de repente, vio a la rubia de sus sueños.

"No tardé ni un segundo en preguntarle a mi vecino, Tito Michelini, qué hacía esa chica en su casa", recuerda Martín, que recién había llegado de Alemania, donde había participado del Encuentro Mundial de la Juventud junto al Papa Benedicto XVI.

"Si bien yo era muy joven, ya pensaba en ponerme de novio, casarme y tener hijos, aunque no encontraba con quién. La chica me llamó la atención de inmediato y me esforcé por conocerla a pesar de las enormes diferencias culturales que nos separaban. De todos modos, había aprendido a saludar en alemán, era una manera de empezar", evoca.

Pero el primer escollo no demoró en llegar: "Alejate de mi casa", le advirtió el vecino. Martín supo que la conquista no sería fácil, pero estaba convencido de que el Universo iba a darle una mano. "Y fue así. Babsi, recién llegada a la Argentina, realizaba una práctica en el colegio Dios Padre, el mismo establecimiento donde, casualmente, la directora era novia de un amigo. Fuimos todos al boliche, tuve la oportunidad de acercarme y de tirar la frase que más sabía: 'Gute Nacht'", recuerda, entre risas.

El resto de la charla siguió en inglés. "Me cayó muy simpática y de a poco me fui ganando su confianza. En síntesis, me confesó que también me había visto pasar por el barrio y que había despertado su interés", relata. Lo que vino después fue una historia de amor mucho mejor de la que jamás imaginaron. Una historia de unión familiar y de complicidad que, de todos modos, no estuvo exenta de desafíos.

Dejar todo y "aventurarse"

"Le aclaré desde un inicio mis intenciones de ponerme de novio y formar una familia. Eso sí, por mi profesión no podía ejercer en otro lado que no fuera mi país. No fue fácil para ella, no estaba segura y era lógico, tenía que dejar todo y aventurarse a esta tierra. Le dije las cosas de frente para que tuviera la posibilidad de discernir y ser libre. Mi objetivo estaba claro", repasa.

"Curiosamente ella estaba buscando lo mismo en Austria y no encontraba con quién. Así que, pese a la distancia y a las diferencias, los dos estábamos buscando lo mismo. Pudo más el interés en común que que todo el resto, aunque, claro, fue muy duro para ella ya que nosotros no convivimos antes del matrimonio. Ella vivió en casas de distintas familias durante todo el noviazgo, de seis, años y, lógicamente, tenía que pagar por su habitación y por sus cosas, por eso trabajaba y estudiaba", rememora.

Babsi permaneció en Argentina hasta julio de 2006, cuando venció su visa de estudio. Volvió a Austria por unos meses y, mientras tanto, Martín decidió aprender alemán. Las vueltas de la vida: lo hizo en el mismo Instituto donde hoy ella ejerce como directora. "Quería familiarizarme con el idioma, la cosa venía en serio. Cuando ella volvió, en 2007, revalidó su título secundario en Mendoza y para eso tuvo que aprender un montón sobre la Argentina, geografía, historia, literatura, lengua. Todo lo fue superando con determinación. Más tarde, en el Instituto Cultural de Mendoza, inició el profesorado de inglés, de donde egresó cuando ya teníamos a nuestra hija mayor", recuerda.

Durante todo el proceso del noviazgo, la mamá de Martín fue muy importante. "La apoyó mucho, le cocinaba, la adoptó como a una hija, al igual que mi papá. Incluso viajamos por el país con mi familia y ella quedaba sorprendida por la inmensidad de la Argentina, tan distinta en dimensiones a su país", evoca.

En 2010 la decisión de casarse ya estaba madura, aunque aún faltaba un tiempo. Durante un vuelo a Austria recibió la señal que tanto le pidió a Dios y que terminó por precipitar las cosas. "La señal que tanto le pedimos a la virgen llegó de manera impensada. Salimos en un vuelo de Sao Paulo a Frankfurt y fue una verdadera pesadilla la tormenta que atravesamos. Literalmente el avión se caía, los pasajeros gritaban y yo creía que era el final. En medio del caos me preguntaba cómo encontraría a Babsi una vez muertos. Entonces se me ocurrió hacer un contrato con el 'Barba' y decidí pedirle matrimonio en ese momento de turbulencia. No me respondió. Volvió a mirarme y me preguntó si hablaba en serio. Le repetí: `¿Querés casarte conmigo?' Y recién allí me dijo que sí, se emocionó, nos abrazamos y lloramos. El avión no se cayó y, al llegar a Frankurt, me preguntó si la propuesta seguía en pie", cuenta.

Una boda por continente y las pruebas de matrimonio

El 23 de julio de 2011 llegó la boda soñada. Fue con bombos y platillos. Mucha gente de Austria, amigos y familiares de la novia, llegó a Mendoza. Pero muchos otros quedaron allá, por eso el casamiento se concretó también del otro lado del continente.

En Austria, relata Martín, la cultura es diferente en todo sentido y más en cuanto a las celebraciones de los casamientos. "Son más formales y, además, la familia de Babsi está muy comprometida en el pueblo y es conocida, ya que su padre y hermanos son bomberos voluntarios y tocan en un club de música. Tuvimos que atravesar algunas pruebas que preparan a los novios para la vida matrimonial, incluso cortar un árbol entre los dos y dar fe de que el hombre está lo suficientemente maduro para enfrentar una vida de familia y cuidar a la mujer. La esposa, por su parte, también debe demostrar que está lista para las tareas del hogar y el apoyo al marido", advierte.

La reflexión final de Martín emociona: "Somos personas de fe, creyentes y practicantes y, la verdad, nunca creí que pudiera tener una mujer como Babsi ni unos hijos como los que tengo, María Emilia, de 12 años; Juan Manuel, de 9 y María Pía, de 5″.

"Dios ha sido muy generoso conmigo, con nosotros, con nuestros padres, hijos, hermanos, cuñados. Con toda nuestra familia. Verdaderamente siento que todo esto es muchísimo más de lo que yo nunca hubiera podido imaginar", completa, para concluir: "Somos felices, trabajamos en equipo y sabemos que una familia es mucho más que la suma de los integrantes por separado. Todo lo hacemos juntos y formamos un gran equipo".

×