Biotecnología e ingeniería aeroespacial, las industrias que se perfilan como las promesas del futuro

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"El futuro ya está ocurriendo". Esa fue la frase que se repitió entre los pasillos y paneles de la Draper Cygnus Tech Week, que tuvo lugar la semana pasada en Buenos Aires y contó con la participación de los inversores de alto riesgo Tim y Adam Draper. En este sentido, expertos del sector aeroespacial y la biotecnología exploraron las últimas tendencias de estas industrias y los avances que prometen para la humanidad.

Producción automática de células humanas

La empresa de biotecnología argentina Stämm, por ejemplo, fue una de las más destacadas del evento tras dar a conocer su última tecnología capaz de producir células humanas de manera autónoma, automática y continua. "Es el resultado de un proceso de casi 12 años, donde nosotros teníamos este insight de intentar construir un espacio en donde las células se sientan como si estuviesen dentro del cuerpo humano, pero afuera del cuerpo humano", comentó Yuyo Llamazares, fundador de Stämm, en una charla junto a Diego González Bravo, managing partner en Draper Cygnus.

Esta máquina intenta resolver uno de los principales desafíos que enfrenta la medicina hoy: el acceso a terapias celulares. "Las terapias personalizadas cuestan en el orden de 1,5 o 2,5 millones de dólares por dosis. Ese costo está específicamente asociado a la incapacidad del mundo de poder llevar adelante el proceso de producción de células humanas para cada persona", indicó Llamazares.

Con la implementación de esta nueva tecnología Llamazares aseguró que, a través de una muestra de sangre, los pacientes podrán hacer crecer sus propias células y entrenarlas fuera de su cuerpo y, de esta manera, combatir diferentes enfermedades. En este sentido, Stämm planea comercializar su producto no solo en la Argentina, sino también en países como Estados Unidos, Israel, China e India. "Es el primer año en el que pudimos empezar a construir relaciones comerciales", detalló.

Sin embargo, la construcción de esta máquina no fue tarea sencilla. En principio, el equipo de Stämm -que cuenta con 250 colaboradores- llevó adelante una ardua investigación sobre dos aspectos clave del funcionamiento de las células: su nutrición y oxigenación. "Nuestra máquina, que llamamos bioprocesador, integra esas dos funciones usando microfluídica, que es la manipulación de líquidos en volúmenes muy pequeños", explicó Llamazares.

Para lograr esto, se diseñaron tres elementos diferentes: una impresora 3D de alta precisión, un material biocompatible con las células humanas -para que las células puedan respirar y nutrirse como lo hacen en el cuerpo humano- y hardware para automatizar la manipulación de fluidos.

El resultado es una máquina que produce dispositivos microfluídicos de entre cinco y 20 litros de volumen total. "Son sistemas microfluídicos que ya tienen la misma o más capacidad que nuestros sistemas circulatorios", ilustró Llamazares. Además, el bioprocesador acelera los tiempos de la tecnología existente: el ciclo de producción de células pasaría de tres o cuatro meses a una semana.

Por otro lado, Llamazares destacó las oportunidades que la inteligencia artificial (IA) ofrece al ámbito de la salud. "Nos va a dar insights sobre cómo nuestro cuerpo toma decisiones, o cómo una enfermedad progresa", señaló, aunque remarcó la importancia de entender estas tecnologías para utilizarlas con una mayor tranquilidad.

"Poder entender cómo la IA generativa toma decisiones es lo que nos va a permitir que la comunidad científica o las entidades regulatorias puedan sentirse cómodas", insistió. Y concluyó: "Si eso se resuelve, vamos a ver que en dos o tres años podemos tener un candidato de terapia para cada una de las condiciones que enfrenta la humanidad".

El futuro en el espacio

"Lo que vamos a ver en los próximos cinco años son los procesos productivos en el espacio o hacer una base en la luna. El estar en gravedad cero tiene ciertas ventajas para, por ejemplo, hacer fibra óptica más pura o ciertos fármacos", disparó Federico Jack, socio inversor de Myelin VC, en un panel moderado por Daniel Salvucci, managing partner en Draper Cygnus. La empresa estadounidense Varda, con sede en California, es uno de los principales jugadores del mercado que decidió incursionar en este tipo de hazañas. "Mandar algo al espacio y traerlo de vuelta es bastante nuevo", destacó Jack.

Para entender estos desarrollos hay que remontarse a los inicios del New Space, un fenómeno que comenzó hace 15 años, liderado por figuras de renombre como Elon Musk. "Las New Space son compañías privadas haciendo cosas en el espacio. Antes, era una industria dominada por países", comentó Jack. Y continuó: "Con el tiempo, empezaron a aparecer otras compañías privadas detrás de SpaceX, como Astra, de Estados Unidos; Rocket Lab, de Nueva Zelanda; o Epic Aerospace, de la Argentina".

En paralelo, con la pandemia de Covid-19 y las tasas de interés bajas, surgieron fondos de inversión que buscaban llevar empresas privadas al sector público. Los factores geopolíticos también fueron clave para el crecimiento de la industria en los últimos años.

"De repente, hubo mucho interés por el espacio y, en dos años, las compañías empezaron a tener acceso a capital y crecer muy rápido", dijo Jack. Spire, Black Sky y Planet Labs, son algunas de ellas. Hoy, el sector aeroespacial atraviesa una "segunda ola", con nuevas firmas conformadas por los integrantes de la "primera ola".

Por otro lado, Jack se refirió a la automatización en la fabricación de satélites. "Cada vez parece más fácil poner algo en órbita. Cualquiera puede comprar los componentes para hacer un pequeño satélite y ponerlo en órbita. Se puede ir a la página de SpaceX y decir: 'Quiero poner diez kilos en el espacio'. Mientras se cumplan ciertas normas, se puede hacer", detalló.

"Si yo fuera un emprendedor hoy, ya empezaría a investigar oportunidades en el espacio", sintetizó.

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