¿Por qué no somos capaces de dejar de tatarear algunas canciones? La clave está en una parte del cerebro

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A todos nos ha pasado alguna vez y es que existen pocas sensaciones tan universales como la de tener una canción pegadiza dando vueltas en la cabeza sin poder deshacernos de ella. Según explica David Ballesteros, divulgador científico, la clave detrás de este fenómeno radica en una zona específica del cerebro: la corteza auditiva. "Esta región se dedica a procesar todas las señales sonoras que entran en nuestros oídos, y resulta que le fascinan los patrones repetitivos y sencillos".

Y es precisamente esta preferencia lo que nos lleva a quedarnos atrapados en el ciclo de repetir una melodía mentalmente. "Las canciones que cumplen con estas características simples y repetitivas tienen más probabilidades de fijarse temporalmente en nuestro cerebro", añade el experto. Es como si la corteza auditiva tuviera un gusto innato por lo fácil y lo predecible, y eso es algo que la industria musical ha aprendido a explotar.

Diseñadas para ser pegadizas

"El problema", señala Ballesteros, "es que la industria musical sabe esto muy bien". Los compositores, ya sean de pop, reguetón o cualquier género que aspire a grandes masas, utilizan esta información para diseñar melodías específicamente orientadas a quedarse pegadas en nuestra mente. "Las canciones que escuchamos hoy están hechas para ser pegajosas y, por qué no decirlo, adictivas", apunta.

No es casualidad que algunas de las canciones más populares del mundo sean aquellas con estructuras repetitivas y letras que no requieren demasiada reflexión. El cerebro, atraído por lo predecible, disfruta con ellas sin esfuerzo, aunque a veces resulte molesto.

¿Podemos deshacernos de ellas?

No todo está perdido. Aunque parezca imposible quitarse de encima una canción que llevamos horas o días tarareando, Ballesteros ofrece varias soluciones para combatir esta "pegajosidad". Una de las técnicas más recomendadas es redirigir la atención del cerebro hacia otra actividad que implique concentración, como un crucigrama o un sudoku. "El cerebro tiene una capacidad limitada de atención", explica, "y al concentrarse en algo nuevo, se 'borra' esa canción que nos está molestando".

Pero si esto no funciona, el divulgador científico tiene una alternativa más radical. "El antídoto infalible es escuchar la canción repetidamente. Llegará un punto en que el cerebro se sature y decida que ya no quiere oírla más", dice con una sonrisa. Es una solución contraintuitiva, pero efectiva. Al exponernos en exceso a la misma melodía, la corteza auditiva pierde el interés y automáticamente deja de reproducirla.

El cerebro, un órgano predecible y manipulable

Al final, lo que este fenómeno nos enseña es lo susceptible que es nuestro cerebro a estímulos externos. La música es solo uno de los ejemplos más evidentes, pero también es una puerta de entrada para comprender cómo la repetición y la simplicidad capturan nuestra atención en otros ámbitos. "Vivimos rodeados de estímulos diseñados para atraernos y mantenernos enganchados, desde la música hasta la publicidad. Todo está pensado para captar nuestra atención de la manera más eficiente posible", reflexiona David Ballesteros.

Entender cómo funciona la corteza auditiva y por qué ciertas canciones son tan difíciles de olvidar puede ayudarnos a ser más conscientes de cómo opera nuestra mente y cómo podemos controlar esos impulsos involuntarios. Como apunta el divulgador, "somos víctimas de una pequeña área cerebral con una debilidad muy específica: le encantan las canciones 'tirando a cutres'. Pero, por suerte, tenemos maneras de combatirlo".

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