Britney Spears: así se creó una estrella mundial en menos de cuatro minutos

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A Britney Spears no le convencía la propuesta inicial para el videoclip de Baby one more time(1999). Tenía ya mucha tele a sus espaldas y sabía que su carta de presentación de su carrera musical debía romper con sus años al frente de El Club Disney. Ya no le representaba.

Pidió un cambio de localización. Pidió al director Nigel Dick algo más adolescente y menos infantil. Y funcionó. El videoclip se grabó en Venice High School, donde se rodó Grease. La trama de la chica empollona enamorándose del malote de la clase parece que no tiene fecha de caducidad. Menos todavía en el último año del siglo XX, donde los roles de género estaban muy marcados.

También para la industria discográfica, que ansiaba un nuevo icono para la generación que pegó el estirón de los noventa. El resultado no decepcionó con un videoclip de Britney Spears pensado para que casi cada fotograma fuera digno de póster desplegable. Así Baby one more time llevó a Britney a una fama mundial instantánea que se construyó en menos de cuatro minutos gracias a una historia en tres actos:

ACTO 1. Salvada por la campana. El videoclip presenta a Britney con la impaciencia que da patadas a su pupitre y no puede parar con el lápiz. El compás de tales golpecitos despierta a una audiencia que se identifica con la estampa, pues también, cada día, desea que acaba cuanto antes las clases.

Y suena el timbre. Y Britney sale corriendo. Aunque, de repente, levanta la cabeza y elige al público con sus ojos. Ahí está la clave distintiva del videoclip: la realización busca todo el rato potenciar la mirada de Britney, que conquista al público con un carisma especial.

Con las trenzas puestas, de chica buena, sale del aula dispuesta a celebrar una edad del pavo en plena ebullición. Canta, baila. Pero sin aires de superstar. Su coreografía es característica y fácil de reproducir desde casa.

ACTO 2. El top rosa. Cambio de escenario, ya en la calle, el uniforme escolar descamisado de paso a la poderosa mujer de barrio. De nuevo, una vestimenta que, también, es altamente parodiable, en el buen sentido del palabro. Marca tendencia. Mientras tanto, la coreografía se va complicando, pero ella sigue poniendo ojitos a una cámara que graba en primer plano. Otra vez. La ensoñación del cuerpo de baile se complementa con la autenticidad de la cantante en primer plano. No es baladí: se va cimentando esa complicidad entre cantante y público.

ACTO 3. El remate. Sí, porque en realidad el videoclip está contando una historia con un arco narrativo que va hacia un colofón. Con mucho mogollón de gente danzando, con un chico del que enamorarse y con una profesora dispuesta a castigar pero que termina bailando. Con pudor de maestra contagiándose de las hormonas revueltas de los alumnos.

Entre tanto, Spears sigue a lo suyo: cantando como confesándose a su público. No deja de tener su primer plano picado para seducir a sus seguidores. Como posando para Instagram mucho antes de que existiera Instagram.

En realidad, el videoclip no era nada original. Tantos institutos ya vistos, tantas colegialas sexies. Moi… Lo-li-ta, que pronunciaría Alizée. Lo visto muchas veces: coreografía, morritos y un chistecito con la profesora amargada desmeenándose. Pero, en cambio, se conjugó todo para que Baby one more time lograra una línea visual aplastante, repleta de iconografía de la que era imposible escapar y que nos conectaba con ese momento en el que te crees que ya te mereces ser mayor. Así se sedujo al imaginario colectivo adolescente de una manera transversal.

Britney enamoraba a los chicos hetero y, también, a las chicas lesbianas, claro. Pero también despertaba identificación y aspiración en las chicas hetero y fascinación en los chicos gays. Por su forma de vestir, por su forma de moverse, por su forma de hablarnos. Por lo que cantaba, y por lo que expresaba su comunicación no verbal. Hasta por lo que empezaba a no poder ser, por culpa de una industria discográfica que redujo a Britney Spears a un estereotipo virginalmente sexista que terminó convirtiendo a la persona en víctima de su personaje.

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