Máxima de Holanda, de gala con un vestido azul de Valentino: su truco para no hacer sombra a su hija Amalia

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A toda madre le gusta que su hija brille, y Máxima de Holanda no es una excepción. La reina de los Países Bajos es consciente de la expectación que genera Amalia, quien además es la heredera al trono. Por lo que la esposa de Guillermo Alejandro recurre en algunas ocasiones a un truco para no hacerle sombra, como hacen otras madres reales como es el caso de doña Letizia o Mary de Dinamarca. Así lo pudimos comprobar de nuevo la noche de este miércoles, en una cena de gala para la que Máxima eligió un vestido azul de Valentino que ya le habíamos visto en el pasado.

Tras la celebración el día anterior del Prinsjesdag, el Día del Presupuesto, en el que Amalia se convirtió en la gran protagonista con un vestido verde capa de Safiyaa, a la familia real holandesa le tocaba presidir una cena en el palacio de Noordeinde, en La Haya, con el Consejo de Estado. Un evento para el que la etiqueta marcaba vestido de gala para las mujeres, y así lo siguieron a rajatabla madre e hija, aunque, de nuevo, fue la princesa de Orange la que acaparó los focos, también gracias al gesto de Máxima.

La reina Máxima durante la cena. (Gtres)

Y es que la reina decidió repetir uno de sus vestidos de gala. Al ponerse un diseño que ya le habíamos visto en el pasado hasta en dos ocasiones, la atención por lo que llevaba se redujo, colocando a Amalia como la auténtica protagonista. Un paso atrás por parte de Máxima, que, consciente que su primogénita necesita más esa repercusión al ser joven, dejó que Amalia brillará con un dramático vestido azul de Alex Perry, con escote cuadrado e impresionantes joyas de los Orange.

La reina, por su parte, echó mano del citado vestido de Valentino. Un modelo en color azul pastel realizado en tela de encaje, con falda en capas y ligeros volantes y escote palabra de honor. Máxima lo estrenó en 2011, en la fiesta posterior a la boda de Alberto y Charlène de Mónaco, y lo volvió a lucir en 2021, diez años después, durante su visita de Estado a Alemania.

Máxima de Holanda con el vestido en Alemania. (EFE)

Como en las ocasiones anteriores en las que ha lucido el vestido, la reina lo combinó con un impresionante collar con enormes aguamarinas en talla esmeralda y unos pendientes largos y rígidos rematados con la misma piedra. Unas joyas con historia, ya que pertenecieron a la reina Juliana, abuela de Guillermo Alejandro.

Juliana era auténtica amante de las aguamarinas. Además de las muchas que tenía y que le regalaban frecuentemente amigos y familia, conocedores de cuánto le gustaban, la reina tenía especial aprecio por dos aguamarinas de corte briolette que le regaló la baronesa Armgard von Cramm, la madre del príncipe Bernardo, su marido, precisamente para su boda. Esas aguamarinas pasaron a formar parte del joyero real y son las que lucía este miércoles la reina Máxima.

Queda claro, pues, que a pesar de elegir un vestidazo de Valentino e importantes joyas de aguamarinas, Máxima era conocedora de que era Amalia la que debía acaparar toda la atención. Y así sucedió. De hecho, los medios holandeses se han centrado sobre todo en la aparición de la joven princesa, relegando a sus padres en un segundo plano.

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